El mendigo aquel, que bendecía a Francisco cuando su padre Bernardone le maldecía, un día se quejaba amargamente con él:
-¡Cómo me duele hermano Francisco, el desprecio de mis hermanos!
¡Me dan su caridad con repugnancia y vuelven su cara para no mirarme!
¡Cómo preferiría la sonrisa a la comida y el cariño a la limosna!
Y esto turbaba grandemente a Francisco. La gente -pensaba- siempre actúa de la misma forma; se empequeñece ante los grandes y se engrandece ante los pequeños. Trata con atención y sonrisa al que viste bien, al que tiene dinero, fama y belleza. Y para el que carece de todo ello sólo hay desatención, frialdad y desden.
¡Si el Señor nos echo al mundo desnudos a todos iguales, cuándo aprenderemos a quitar las categorías y las preferencias!
¡Cuándo nos reconoceremos con la única dignidad que vale la pena!
El derecho de ser hijos de Dios. Lo demás clasifica y divide!
¡Cuántas veces decimos que amamos a los demás y nos estamos engañando! Los amamos por sus cualidades o por sus bienes.
Se sirve de los demás en lugar de servir a los demás. Decimos que nos interesan los pobres, pero se sirve de ellos para promoverse a si mismo, para crearse una figura social o para sacar una ventaja económica. Y cuando se ha obtenido eso se abandona con un manojo de promesas entre las manos; Señor ¡Cuándo purificarás nuestro corazón! ¡Cuándo juzgaremos con tus valores derribando escalas sociales!
¡Cuándo te contemplaremos presente en cada hermano pobre y te serviremos con amor!
Pbro. Miguel Contreras L.
Paz y Bien en el Mundo de Hoy
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