Los quiso pobres, libres y alegres. No sabios sino testigos. No importaban los estudios, no se necesitaban bibliotecas, los títulos universitarios estaban de sobra; sólo el Evangelio, viviéndolo simplemente, plenamente, sin glosas, sin epiqueyas, sin interpretaciones ni exégesis. Este "estilo de vida" que le había revelado personalmente el Señor atrajo millares de hermanos al nuevo movimiento. Pero pronto en el movimiento franciscano nació, creció y dominó una gran corriente de hermanos que se avergonzaban de ser pobres, pequeñitos, menores, y querían imprimir rumbos distintos a la incipiente (ya numerosa) fraternidad. La corriente capitaneada por los sabios que habían ingresado en la Fraternidad y por el representante del santo Padre, alentaba criterios diametralmente opuestos los ideales y a la forma de vida Francisco.
- Ellos decían: necesitamos sabios y bien preparados.
Francisco respondía: necesitamos sencillos y humildes. - Ellos exigían: títulos universitarios.
Francisco contestaba: sólo el título de la pobreza. - Ellos reclamaban: grandes casas para estudios.
Francisco respondía: humildes chozas para "pasar" por el mundo. - Ellos afirmaban: la Iglesia necesita una poderosa y bien aceitada máquina de guerra contra los herejes y sarracenos.
- Francisco respondía: la Iglesia necesita penitentes y convertidos.
Ignacio Larrañaga
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