¿POR QUÉ PAZ Y BIEN?
Porque era el saludo preferido de nuestro padre San Francisco. Decía que al ir por el mundo, al saludar digamos: PAZ Y BIEN ó EL SEÑOR TE TE DE LA PAZ. Podemos saber un poco de su historia.
Cuenta una tradición que, antes del nacimiento de San Francisco, hubo un peregrino que recorría las calles de Asís repitiendo: "Paz y Bien".
Dicen que así como Jesús tuvo su precursor en San Juan Bautista, a Francisco, "ángel de verdadera paz", lo precedió este peregrino con el anuncio de "Paz y Bien".
En contra de lo que muchos piensan, el verdadero saludo franciscano no es "Paz y Bien", que tiene su origen en la anécdota de un peregrino que pasó por Asís saludando a todos de ese modo, antes de que naciera San Francisco. El saludo franciscano, tiene su origen en el Evangelio, más exactamente en el mandato de Cristo a sus apóstoles y discípulos, de saludar con la paz a todos los que encontrasen en su camino.
Para San Francisco y sus compañeros vivir el Evangelio suponía una imitación lo más fiel posible a la forma de vida de Cristo y de los apóstoles, con una destacada predilección por la predicación ambulante. Así, por ejemplo, las palabras que Cristo dirige a los discípulos cuando los envía a misionar son los textos que los franciscanos meditan más ardorosamente, y de los que sacan aquellos consejos consejos que se adaptan directamente a la vida de ellos.
Estos versículos evangélicos se incluyen en las Reglas, en el capítulo que habla de la manera de ir por el mundo. En la primera Regla: "en cualquier casa donde entren digan primero: Paz a esta casa. Y permaneciendo en aquella casa coman y beban lo que les pongan delante" (cap. 14). En este texto se puede identificar una cita de San Lucas, restringida, pero exacta en sus palabras. En la segunda Regla la intención es idéntica, pero la redacción es aún más esencial.
A esta paz, dirigida a las casas donde entran los franciscanos, se añade un saludo idéntico para todos los que se cruzan en su camino. Francisco escribe en el Testamento: "El Señor me reveló que dijésemos este saludo: El Señor os dé la paz". Esta práctica va más allá de la prevista en las palabras de envío de Jesús a los discípulos, pues proviene de Francisco y de su inspiración. Podemos pensar que deriva del texto evangélico, y que completa sus recomendaciones.
Sabemos igualmente que Francisco, desde los comienzos, empezaba sus sermones deseando la paz: "En cada predicación, antes de transmitir la palabra de Dios al pueblo, les deseaba la paz diciendo: El Señor os dé la paz" (1Cel 23). En 1Cel. y en 3 Comp, este saludo de paz al comienzo de la predicación parece conectar con la meditación de los textos evangélicos relativos al envío de los discípulos para la misión, que Francisco ya había descubierto antes. En pocas palabras: los saludos de paz parecen tener el mismo origen y significado.
El significado de estos diferentes saludos de paz sólo se explican en un pasaje de Tres Compañeros. Francisco decía a sus compañeros. "Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones Que ninguno se vea provocado por vosotros a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia. Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los heridos, para vendar a los fracturados y para corregir a los equivocados." (3Comp 58).
La paz que San Francisco nos dejó como herencia, debemos tenerlos en los labios y en el corazón.
Francisco nos compromete de anunciar la paz y a dar testimonio de la dulzura, que se convierte en el medio para atraer a todos los hombres a la paz verdadera, a la bondad y a la concordia. Esta finalidad conlleva la reconciliación entre los hombres, en los mismos términos de la paz medieval. El modo que Francisco impone a los hermanos es el que él mismo les había enseñado, haciéndoles cantar el Cántico con una estrofa sobre la paz, cantada en presencia del podestà o regidor de Asís y del obispo.
El saludo de paz puede ser el principio del renacimiento espiritual que lleva finalmente a la concordia. La vocación franciscana presentada por Francisco de manera metafórica hace clara alusión a la oveja perdida, es decir, al pecador que se desvía y que necesita reconciliarse con Dios. Las llagas y los miembros fracturados son más bien una evocación de los conflictos humanos y de sus consecuencias: el odio, la ira y todos los sentimientos desencajados de la turbación. Francisco, conscientemente, va sembrando el camino de fermentos de concordia, sabiendo además que sus hermanos son un testimonio vivo de ello.
El saludo de la paz hecho a imitación del Evangelio, como primera palabra que los franciscanos dirigen a los demás, se esfuerza en hacer que el corazón se abra a la paz, es decir, a esa fuerza espiritual interior que es principio de renovación moral y civil.
Esta primera palabra pretende hacer entrar en los planes de renovación entre los hombres, mediante la profundización interior y el Evangelio, del que la Orden franciscana da un testimonio colectivo.
Francisco sabe bien que la paz puede pasar del corazón de sus hermanos al de cada hombre. Él les da una misión de paz cuando los envía de dos en dos a predicar (1Cel 29). Él tiene un plan de paz para el mundo (1Cel 24), y esta empresa abre las puertas del reino de los cielos. El saludo de paz de los hermanos descansa en la experiencia de la bienaventuranza evangélica de los pacíficos. El punto fundamental es, con toda seguridad, esta paz que predomina por encima de todo.
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