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sábado, 6 de agosto de 2011

Cristo, la opción fundante y fundamental de Francisco


¿Qué está a la base del abrazo de Francisco al leproso? ¿Cuál es la opción fundante en la vida de Francisco? ¿Es una opción puramente sociológica o humanitaria, o es fundamentalmente una opción cristológica? Para responder a estas u otras preguntas semejantes volvamos un momento atrás y partamos de los textos.


Antes de preguntarse “Señor, ¿qué quieres que haga”, Francisco escucha del Señor: “Francisco, ¿quién piensas podrá beneficiarte más: el señor o el siervo, el rico o el pobre?” A lo que Francisco respondió: “El señor y el rico”. El Señor le responde: “¿Por qué entonces abandonas al Señor por el siervo y por un pobre hombre dejas a un Dios rico?” (LM 3)


Aprobación de la regla por el Papa. Convento franciscanos de Teruel (España)



Vemos que en el origen de la vocación de Francisco está única y exclusivamente lo que los biógrafos llamarán “la clemencia divina” (cf LM 3) o “el don que se le había dado de lo alto” (1 Cel 5). Él mismo lo reconocerá claramente al hablar de su encuentro con el leproso: “El Señor mismo me llevó entre ellos...” Es la experiencia de toda vocación. Jeremías podrá decir: “Me sedujiste Señor...”, mientras Amós confesará: “El Señor me tomó de detrás del rebaño...” (Am 7, 15). Lo mismo sucede con los primeros discípulos: “... y les dijo: Venid conmigo” (Mt 4, 19). A esta iniciativa, como en el caso de los profetas o de los primeros discípulos, Francisco responde prontamente “Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica” (1 Cel 22).



Es significativo cuanto nos dice san Buenaventura después de relatarnos el sueño que tuvo camino de la ciudad de Pulla. Ante la invitación del Señor: “Vuélvete a tu tierra”, Francisco, dice el Doctor Seráfico, “al despuntar el nuevo día, lleno de seguridad y gozo, vuelve apresuradamente a Asís” esperando, en actitud obediente -“convertido ya en modelo de obediencia”- que el Señor le dé a conocer su voluntad (LM 3).



Iniciativa vocacional por parte del Señor, respuesta generosa y rápida, por parte del Poverello. Es significativo a este respecto cuanto nos dice Celano. Francisco después de escuchar el Evangelio de la misión en la Porciúncula –dice su biógrafo-, “rebosando de alegría, se apresura inmediatamente a cumplir la doctrina saludable que acaba de escuchar” (1 Cel 22).



Por lo dicho, y por cuanto diremos a continuación, pienso que a la base de la respuesta vocacional de Francisco, en esta primera etapa de su conversión, esté precisamente la opción de seguir al Señor, en lugar de seguir al siervo; de seguir al Dios rico, en lugar de seguir a un pobre hombre. Su opción es una opción de fe. Su opción de base es una opción en favor del Señor que muy pronto llegará a serlo todo en su vida, “Deus meus et omnia”: “Todo bien, sumo bien..., toda riqueza a satisfacción” (AlD, 1ss)



El abrazo del leproso de parte de Francisco, o mejor aún el “ir entre ellos”, no es un simple gesto de compasión, cercanía o solidaridad. Para el Poverello es mucho más: Es el abrazo a Cristo pobre y crucificado, pues, como dice san Buenaventura. “si en alguno veía alguna carencia o necesidad, llevado de la dulzura de su piadoso corazón, lo refería a Cristo mismo” (LM 8, 5). Abrazar al leproso es abrazar la forma de vida semejante a la de Cristo, tal y como se lo revelará en la escucha del Evangelio en la Porciúncula (cf 1 Cel 22). Abrazar a los últimos es para Francisco inseparable del abrazo con el Señor y con la forma de vida de “altísima pobreza”, que abrazaron el Hijo y “su pobrecilla madre”. Pero, al mismo tiempo, el “abrazo al leproso” es inseparable “del abrazo a los hermanos” (dimensión fraterna de nuestra vida) y del abrazo a los “pobrecillos sacerdotes” que “viven según la forma de la santa Iglesia romana” (dimensión eclesial de nuestra vocación y misión). En otras palabras, bien podemos decir que cualquier opción en favor de los “leprosos” y “excluidos” ha de hacerse desde un corazón transformado que nos posibilite vivir “sine proprio” (2 R 1, 1), y ha de hacerse en comunión con los hermanos y con la Iglesia. El Señor que llevó a Francisco entre los leprosos, fue el mismo que le dio hermanos y le reveló que debía vivir “según la forma del santo Evangelio”(Test 14), y el mismo que le dio “tanta fe” en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia romana.

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EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS





Altísimo y omnipotente buen Señor,tuyas son las alabanzas,la gloria y el honor y toda bendición.A ti solo, Altísimo, te convieneny ningún hombre es digno de nombrarte.Alabado seas, mi Señor,en todas tus criaturas,especialmente en el Señor hermano sol,por quien nos das el día y nos iluminas.Y es bello y radiante con gran esplendor,de ti, Altísimo, lleva significación.Alabado seas, mi Señor,por la hermana luna y las estrellas,en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.Alabado seas, mi Señor, por el hermano vientoy por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,por todos ellos a tus criaturas das sustento.