Buen Dia Herman@, Paz y Bien en el amor de Nuestro buen Dios.
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miércoles, 31 de agosto de 2011

La paz, fruto del amor y de la oración


Cuando alguien le preguntó a San Ignacio cómo habría reaccionado si su orden se hubiera disuelto, él respondió que para superar una crisis así "una hora de oración le habría bastado". No sólo él, sino todo el que ora, experimenta la paz como fruto de la oración. En la oración, o mejor, en el encuentro con Dios, cuando el hombre espiritual se abre a Dios, su corazón inquieto encuentra reposo. La naturaleza del fuego es arder hacia arriba. De modo análogo, también el deseo del hombre tiende hacia lo alto. Sólo siguiendo este orden, al que el hombre está destinado por el vínculo de la caridad, él encuentra su paz.
El hombre inquieto es, por el contrario, un hombre disperso en la propia afectividad y por tanto incapaz de ordenar los propios afectos, los cuales en lugar de tender hacia lo alto van hacia abajo. Es una persona espiritualmente inmadura que a menudo no tiene paz; como una barca en naufragio constante que está bajo la amenaza de vientos y mareas que la agitan continuamente, una barca en la que se podría decir que Cristo aún duerme. Estos afectos, que San Agustín identificó de manera simbólica con los pies, es decir, como el movimiento del alma, aun caminando sobre la tierra, deben tender hacia lo alto.
Querría evitar que un razonamiento así suscite ideas erróneas, y lleve a pensar que estoy condenando cualquier tipo de afecto terreno, justificando sólo aquél que se dirige a Dios. Debemos mantenernos lejos de tal afirmación, pues el mismo Seńor nos ordena que amemos al prójimo - es un mandamiento, no es opcional - pero lo hace siempre en el contexto del amor divino, lo que hace pensar que la felicidad humana es imperfecta, y por tanto incapaz de satisfacer del todo el corazón del hombre. Desde esta perspectiva podemos concluir que el corazón inquieto encuentra reposo solamente en Dios.
En nuestra búsqueda de la paz existe otro tipo de error que debemos evitar absolutamente: cuando de la paz hacemos un "absoluto". En el pasado existía una corriente mística llamada quietismo, en la cual el hombre ponía todas sus fuerzas para buscar la paz y, en cierto sentido, ponía a Dios en el segundo lugar. El Seńor se convertía en el instrumento para adquirir la paz, cuando en cambio lo que Jesús dice es: "He venido a traer la guerra y no la paz"
El tipo de paz al que Jesús se refiere es un falso tipo de paz; una paz que se quiere obtener sin la cruz, sin la muerte a uno mismo; una paz que nos hace recaer de pleno en nuestro egoísmo y en nuestros miedos que, a su vez, pueden suscitar en nosotros una especie de fuga espiritual enmascarada por un aparente estado de paz. La paz es siempre fruto de algo: fruto de la presencia del Espíritu Santo, pero también de nuestras buenas obras.
Normalmente se habla de tener buena conciencia después de haber hecho buenas obras. Hablando místicamente, se trata del reposo del alma, fruto de haber obrado bien. Haciendo el bien, el alma imita a su Creador que, tras haber realizado la obra de la Creación (que resultaba buena a sus ojos), en el séptimo día reposa. Podemos concluir, por tanto, que la paz sin la realización del bien se convierte en una paz aparente, aunque también es cierto que el cristiano en la búsqueda de la paz vive una especie de paradoja, porque debe contemplar su cruz de la que le vendrá la paz. La fuente de nuestra paz es la misericordia de Dios. El hombre, con su caída, pierde el sentido de la justicia y la capacidad de establecer la paz sobre la tierra. Sólo con la intervención de la Gracia, que es el nuevo orden de la creación, es posible tener paz en la tierra. Confiados, debemos buscar nuestra paz en el perdón del Padre, es decir, en el sacramento de la confesión, la mayor fuente de paz. Pidamos esta gracia a la Reina de la Paz, que desde hace veinte ańos enseńa que la paz es un acontecimiento personal entre Dios y el hombre. Un hecho "personalísimo", por esto debe brotar del corazón del hombre que, a su vez, revertirá en la familia; y de la familia se irradiará a todo el mundo.

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EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS





Altísimo y omnipotente buen Señor,tuyas son las alabanzas,la gloria y el honor y toda bendición.A ti solo, Altísimo, te convieneny ningún hombre es digno de nombrarte.Alabado seas, mi Señor,en todas tus criaturas,especialmente en el Señor hermano sol,por quien nos das el día y nos iluminas.Y es bello y radiante con gran esplendor,de ti, Altísimo, lleva significación.Alabado seas, mi Señor,por la hermana luna y las estrellas,en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.Alabado seas, mi Señor, por el hermano vientoy por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,por todos ellos a tus criaturas das sustento.